El camino que elegiste fue diferente al que elegiría gran parte de los argentinos, precisamente por eso. Porque casi siempre optaste con profunda convicción pero tomando decisiones que la gran mayoría de los habitantes de estas tierras, llenas de deseos de trascendencia, pero sin predisposición a pagar el precio, hubiéramos tomado. Sin atajos, sin responder a los límites preconstruidos del entorno y haciendo añicos los propios, año tras año, con una mesura descomunal e intransigencia silenciosa (quizás única en el deporte argentino).
Por
tus características me fue imposible
ponerte en lugar de ídolo. La relación con mis ídolos tuvo siempre un
componente utópico imprescindible, pero además, en mi caso, tiene que tener la hermosa sensación de posible de alcanzar.
Ser
Manu Ginóbili fue, es y será completamente imposible para cualquier argentino.
Por tu capacidad atlética y tu biotipo, en parte. Pero más aún por tu poder de
concentración, tu lealtad competitiva y tus serias dificultades para salirte de
foco.
¿Qué
sentido hubiera tenido ponerte en ese lugar? Si nuestra esencia es el temple
desmedido, chillar por la injusticia, pedir antes de merecer. Si ninguno de los
fanáticos de esto hubiésemos dejado el protagonismo para ir a competir con los mejores antes de creernos realmente listos
para ello. Si ninguno de nosotros hubiera dicho “No” alguna vez a la selección
por entender que en la carrera profesional hay que elegir en relación a una
globalidad de situaciones, emociones y vínculos que sólo vos podías evaluar con
equilibrio emocional, sosteniendo el sentido de pertenencia aún en la negativa.
Nosotros
contestamos con el pico y/o con la pala ante la hostilidad y vos con fundamento
y carácter deportivo. En nosotros el “qué dirán” es extremadamente influyente y
en vos, creo que no, o al menos nunca pareció serlo.
Desde
lo deportivo, tu atrevimiento silencioso fue conmovedor, en cada uno de los
lugares donde estuviste. Desde que fuiste a Andino sin aval materno, terminando
como mejor debutante. Desde que volviste a tus pagos para pasar las barreras de
lo que un “nacional” podía hacer en la LNB. Sólo Campana en sus años jóvenes volaba
como vos, pero la rayita de la pared te terminó beneficiando en relación al “Pichi”.
Lograste hacer piruetas en el aire al mismo tiempo que perfeccionabas tu juego
en el piso.
Cuando
todos creíamos que había que afirmarse acá e ir por títulos ligueros, optaste
por remar en Europa, en un equipo chico
de Italia, que sólo los amantes de aquel pequeño mundo (engrandecido luego por
tu despliegue deportivo) conocían.
Llegaste
a un grande del país de la bota y sin paciencia rompiste las barreras europeas
que ni Sconochini, ni Nicola, ni luego Oberto ni Scola pudieron, lo cual
claramente no quita su grandeza. Porque no sólo te llevaste la Euroliga sino
que lo hiciste siendo MVP ya haciendo alarde de tus aprendizajes en la tierra,
con los condimentos aéreos que hacían dudar de tu blancura argenta.
La lectura y comprensión de juego de los mejores argentinos, capacidad atlética descomunal y valor intrínseco del entrenamiento y el aprendizaje, hasta tu último día, según cuentan cada uno de tus pares con total admiración.
La lectura y comprensión de juego de los mejores argentinos, capacidad atlética descomunal y valor intrínseco del entrenamiento y el aprendizaje, hasta tu último día, según cuentan cada uno de tus pares con total admiración.
Te
fuiste a la NBA a un equipo con prestigio y con mucho para perder desde lo
deportivo. Y seguiste… Hasta transformaste en uno de los líderes del mejor
equipo de lo que va del siglo XXI en la competencia basquetbolera más
importante del mundo.
Tu
camino en la selección marcó diferencias abismales respecto de lo conocido,
desde el resultado, la identificación colectiva y otra vez, por enésima vez,
rompiendo estructuras, derribando mitos, subiendo la vara a nivel trabajo y
resultados de lo conocido (hasta tu llegada) en el básquetbol FIBA. Pusiste la
bandera argentina en lo más alto a nivel mundial, sosteniéndola bien fuerte
durante más de 10 años coronada con el merecido premio de ser abanderado de una
delegación olímpica.
En esa bandera estábamos todos los argentinos y un enorme grupo de apasionados de este deporte de diferentes nacionalidades que soñaban alguna vez con derrocar al imperio, por un ratito, por dos ratitos, que con el tiempo se harán eternos y aún más grandes.
En esa bandera estábamos todos los argentinos y un enorme grupo de apasionados de este deporte de diferentes nacionalidades que soñaban alguna vez con derrocar al imperio, por un ratito, por dos ratitos, que con el tiempo se harán eternos y aún más grandes.
Desconozco
cuánto de conciencia y cuánto de inconciencia hubo. Tu capacidad de
aprendizaje, tu adaptación a diferentes contextos, tu espíritu competitivo, tu
talento, tu profesionalismo, tus palabras ante la prensa, el mensaje que
dejabas en cada frustración, la mejoría permanente, la creatividad, la épica.
Todas esas características se han visto en otros deportistas. Pero me animo a
decir que nunca o muy pocas veces, se han combinado todas juntas.
Así
como en la Generación Dorada coincidieron los mejores de cada puesto del básquet argentino, creo que en
vos han coincidido todos esos valores que te depositan en un lugar de
privilegio respecto tanto de los históricos deportistas argentinos como también
del inconquistable (hasta tu llegada) mundo NBA.
Elegirte
como ídolo hubiera sido una frustración demasiado grande porque nadie, por
mucho esmero que pusiera, podía ser Emanuel David Ginóbili. Alguno de por acá podrá
trascender desde otros lugares, podrá conquistar nuevos mundos, podrá
transformar ideas, sueños, podrá romper barreras, pero difícilmente con armas
tan fuertes, tan nobles, tan bellas y tan persistentes.
Me
atrevo a imaginar la indignación que te provocaremos nosotros, los mundanos,
los viciados, sabiendo desde tu lugar que se pueden hacer las cosas de otra
manera. Que el mundo puede ser mejor con gente como vos. Que se puede obtener
lo que uno se proponga y para ello no es necesario pisotear a nadie, sino
ponderarlo, ayudarlo, acompañarlo, estimularlo.
Tu
legado quizás es la utopía, es haber podido hacer realidad lo imposible, pero
no sólo en lo que respecta a logros deportivos. También en el modo de
conseguirlo. Al menos hasta el día de tu retiro, sos el único que lo ha hecho
de ese modo.
Has
embellecido el básquet, el deporte y la vida de muchos, entre los que
claramente me incluyo, aunque sin preocupación por ello. Simplemente tratando
de hacer lo mejor que podías en el ámbito al que pertenecías. Creo que el mundo
entero sería cada día más bello con gente que lo haga de ese modo.
Ojalá
encuentres pronto otro pequeño mundillo al que mejorar y sea lo más cerca
posible de los mundos al que pertenezco, porque aunque sin quererlo, como
hiciste jugando, podría mejorar mi propia vida y quizás contagiarme de entusiasmo,
convicción, espíritu, deseo y modo de perseguir
un ideal, o al menos me llenará de fuerzas para hacerlo a mi modo.
Gracias
Manu. Muchas Gracias.
Foto Tapa: NBA
Foto abanderado: Superdeportivo
Foto banderas: La Nación
Foto Kinder: ESPN
Excelente Javier. Comparto todo lo que decís...te mando un abrazo
ResponderEliminarimprcable Javier!!! si me dejas lo comparto
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