Las sensaciones de volver

En su primera columna, Juan Gutiérrez explica sus sensaciones sobre lo difícil que fue la decisión de volver de España y lo importante que fue Iván Najnudel en ese proceso. El pivote del seleccionado nacional, analiza también, el buen presente de la competencia argentina en relación a la LNB que dejó cuando partió a Europa.

Por Juan Pedro Gutiérrez

Teniendo en cuenta que cuando mi carrera deportiva llegue a su fin lo primero que voy a hacer será estudiar periodismo deportivo, quiero agradecer por la oportunidad que me da www.lecturadejuego.com y www.opiculturadeportiva.blogspot.com a través de Javier Luchansky, de tener este mínimo contacto con la profesión. Espero que aquel que lea mi blog disfrute tanto o más de lo que disfruto yo escribiéndolo. Para mi primera entrega y por pedido de Javier voy a contar un poco todo lo que viví en este último año y medio en torno a mi regreso a la Liga Nacional de Básquet. 

Promediando la que fue, sin lugar a dudas, mi peor temporada como profesional (2009/2010) en Granada, me acuerdo que estando lejos y con tantas malas sensaciones dentro de la cancha no pude evitar pasarla mal fuera de ella. La idea de volver a la LNB me empezó a dar vueltas en la cabeza pero no como un objetivo basquetbolístico, sino como un alivio a la situación. Yo pensaba: “Si voy a jugar mal al básquet, prefiero que sea cerca de mis familiares y amigos por lo menos”.

Una de las personas que más influyó en mi decisión de pegar la vuelta (además de mis padres) fue mi gran amigo Iván Najnudel, ahora asistente de Obras y pseudo-jefe mío. Pero su discurso era distinto: Él me hablaba de cómo la Liga había crecido y del nivel que había alcanzado, estaba seguro de que yo en Argentina podía disfrutar del juego y a la vez crecer como jugador. Cuánta razón tenía.

Cuando Julio Lamas acepta el cargo de entrenador de Obras, con Iván como asistente y con otro de mis mejores amigos (Alejandro Alloatti) en el plantel, la idea de volver se tornó más seria. Sin embargo faltaba lo más complicado que era animarme a dar el paso. Cualquier persona creería que es una decisión fácil y no estaría muy equivocada, pero para mí no lo fue. La oferta de Granada (mayor económicamente) y de conservar la vida tranquila y ya armada que tenía allá estaba sobre la mesa, aunque yo tenía claro que si o si necesitaba un cambio. Esperé ofertas de algún otro club de España y como no aparecieron la decisión estaba casi tomada. El momento exacto en que dije: “Está decidido, me vuelvo a Obras”, fue tomando unos mates en la pileta del hotel de Neiva (Colombia), poco después de perder la final del Sudamericano 2010. El alivió que sentí fue increíble. 

La mudanza fue corta y rápida, pero me tuvo más ocupado de lo esperado. Los nervios y la ansiedad que tenía no me dejaron dormir tranquilo durante casi todo el Mundial de Turquía.

Ni bien llegué me puse a las órdenes de Julio y tuve una charla con él, donde me aconsejo que me tome la primera fase de la Liga para adaptarme al juego en general. Fue lo que más me costó. Los lujos con los que se cuenta en España (viajes en avión, lindos hoteles, etc) no los extrañé nunca. Yo ya conocía la Liga y su logística, de hecho disfruto mucho los viajes en colectivo charlando y tomando mates con compañeros. Lo peor fue adaptarme a jugar 30 minutos dos veces por semana. No es que había perdido la costumbre, simplemente era una situación completamente nueva para mí. Nunca había vivido eso.

Todo esto sumado a que subí de peso rápidamente por disfrutar de la comida Argentina, que no había tenido a diario desde hacía casi siete años, hizo que los primeros meses me costaran mucho físicamente. Las cosas salían bien adentro de la cancha y la iba piloteando, pero no estaba bien.

Sinceramente, yo no esperaba ni cerca que las cosas me salieran como me salieron tanto a nivel personal como grupal. Ser MVP en la primera temporada y que Obras fuera número 1 de la Liga Regular no estaba en mis planes. Pero más allá de todo eso disfruté muchísimo toda la temporada pasada. Por eso cuando Paolo Quinteros coqueteaba con la idea de volver, yo era el que más le insistía en que se anime y espero que esté viviendo lo mismo que viví yo.

La LNB parece otra de la que era cuando me fui. Muchos jugadores habían emigrado. Sólo dos o tres clubes pagaban al día a sus jugadores y esos mismos eran los que se disputaban el título. Muchos de los americanos que venían a jugar eran “apuestas” que podían salir bien o mal y clubes grandes como Ferro, Estudiantes e Independiente de Gral. Pico perdían la categoría.

Al día de hoy, la liga tiene como mínimo diez equipos que tienen como objetivo entrar en semifinales. A las dirigencias que gestionaron muy bien sus clubes durante años como Libertad de Sunchales, Peñarol de MDP, Regatas de Corrientes, Atenas de Córdoba o Sionista de Paraná, se suma un proyecto ambicioso a largo plazo como es el de Weber Bahía Estudiantes, que ojalá alguno copie. Se televisan dos partidos por semana, algunos en alta definición. Nuestros representantes en competencias internacionales siempre dejan bien parada a la Liga y muchos jugadores nacionales y extranjeros se sienten atraídos por la paridad, competitividad y nivel que ofrece la LNB, sin dejar de lado que los salarios también crecen, aunque todavía se está lejos de otras competencias. 

En el último receso tuve la suerte de viajar a Nueva York. Mientras almorzábamos tranquilos en un restaurante, un argentino que hablaba en voz muy alta en la mesa de al lado, le decía a sus acompañantes: “Viajar es muy lindo, pero también lo es volver”. Tenía mucha razón. Un año y pocos meses después de aquellos mates en la pileta del hotel de Neiva, no podría estar más contento con la decisión que tomé. Me siento orgulloso de ser parte de la Liga y le estoy muy agradecido por lo que estoy viviendo.

Me despido hasta la próxima entrega. Me encantaría escribir de algún tema que surja de preguntas o intereses de los lectores, de ser así, comunicarse a lecturadejuego@gmail.com.